miércoles, 7 de febrero de 2018

En el Pico de Lopera


En ocasiones es muy complicado describir la belleza de una ruta. No valen palabras, no valen imágenes... solo tiene sentido si has estado allí, disfrutando del macro y micro paisaje con todos los sentidos sobresaltados.

La nieve tiene un encanto brutal, remarca los bordes, intensifica los colores no ocultos, difumina las imperfecciones y muestra la ternura salvaje del paisaje. Es belleza que tiene la urgencia de lo efímero, de lo casual. Una ruta que difícilmente olvidaremos.

Hoy el recorrido ha transcurrido por la Sierra de la Almijara, nombre árabe que significa "escurridero"; alude al modo en el que se desparrama el agua por estos barrancos en su viaje desde las montañas al mar. Hoy nieve.


Partimos desde el Mesón Los Prados situado en la Carretera de la Cabra. Echamos a caminar por una pista forestal que deja a su derecha la Granja Escuela Huerto Alegre.

Pronto nos encontramos con una joya botánica, la masa forestal de roble melojo situada más al sur de la península. Sus hojas lobuladas tapizan el suelo congelado y en las ramas destacan las barbas formadas por líquenes colgantes.


Llegamos al Cortijo Los Prados donde nos saludan con inquietos brincos unos potrillos. Continuamos por la pista forestal pasando junto a abrevaderos para el ganado; prados, donde el marrón y el blanco se trazan paralelos, nos explican el por que del nombre de este cortijo.


Llegamos al lugar donde se encontraba el famoso Pino de las Cinco Ramas. No fue flexible ante las acometidas de la Borrasca Ana y terminó arrancado de raíz. Nos encontramos en el límite septentrional del Parque Natural Sierra de Tejeda, Almijara y Alhama. Contemplamos la frontera entre las provincias de Granada y Málaga, donde destaca Cabañeros, Piedra Sillada, el Salto del Caballo, el Lucero o Raspón de los Moriscos y la Sierra de Tejeda. Bajo nosotros el valle del Río Almijara. Las masas arbóreas de encinas, quejigos y pinares se alternan con zonas peladas de tonalidad clara: las arenas dolomíticas fruto de la erosión de las rocas que conforman estas sierras.


Retrocedemos unos metros hasta coger una pista que parte a la derecha. Tras pasar una barrera, nos desviamos de nuevo a la izquierda para comenzar así el ascenso a dicho pico. El camino está lleno de nieve que, indiscreta, nos cuenta que animales han pasado sobre ella. Tras una subida continuada pero no excesivamente pendiente, alcanzamos la cima. Estamos en un punto geodésico que marca los 1487 metros de altitud.


Tomamos el refrigerio en la caseta de vigilancia adyacente. Es un mirador impresionante. Bajo nosotros Río Verde y la Pantaneta de Funes; a la derecha Navachica; en frente el Mediterráneo. Nieve y más nieve.

Comenzamos a bajar por el cortafuegos para, pronto, desviarnos a la izquierda por una preciosa vereda. Va serpenteando entre un bosque de robles melojos maquillados con nieve. Desemboca en el camino que conduce a Los Prados, a la altura de los primeros abrevaderos.

Mis valientes senderistas han dejado huella en esta sierra. Algunos en zapatillas de deporte y otros con unos extraordinarios y plegables bastones artesanales. Un placer. 

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