domingo, 7 de mayo de 2017

Los Cahorros

Con el grupo de Senderismo de Ciempies, en un magnífico día primaveral, nos acercamos al río Monachil. Recorreremos el maravilloso desfiladero de Los Cahorros, al que accedemos por el Camino de la Solana y del que salimos a través del Camino del Río.



Elegimos el Río Monachil, a su paso por Los Cahorros, por su transcurrir encajonado a través de un impresionante valle, por encontrarse dentro del Parque Natural de Sierra de Nevada y por estar lleno de elementos emocionantes.

Los “cahorros” hacen referencia a las zanjas blanquecinas labradas por el agua que baja torrencialmente por las laderas muy pendientes de este cañón.  Disfrutaremos del paisaje, contrastando la húmeda umbría del cañón con los áridos y descarnados arenales de los Cahorros altos. Primero visitamos este desfiladero a vista de pájaro para, posteriormente, penetrar en su interior.

El cañón de Los Cahorros es uno de los mayores atractivos del municipio de Monachil. Es una zona de media montaña de materiales calizos, lo que da lugar a formaciones abruptas y muy erosionables a las que se agarran las plantas rupícolas. Lo más típico del recorrido es el puente colgante de 63 metros de longitud y más de cien años de antigüedad.

Nosotros partiremos andando desde Paseo del Río para ascender hasta la Era de los Portachuelos, junto a la carretera que nos conduciría al Purche. Desde allí comenzamos a ascender por el Camino de la Solana rodeados de patatales en flor y cerezos con los frutos aún verdes. Las retamas también presumen de sus flores amarillas.

Un poco más adelante, donde indicador reza Central de la Vega,  dejamos el ancho camino para adentrarnos por una estrecha vereda que va subiendo hasta situarnos por encima del impresionante cañón de los Cahorros. Avanzamos entre espartos, mejoranas y pequeñas jaras en flor, dejando abajo unas antiguas eras de trillar.

Pasamos bajo un viejo cortijo equilibrista de estas laderas y llegamos al punto más alto del recorrido. De vez en vez nos detenemos a contemplar el paisaje o nos desviamos para acercarnos a contemplar los cortados hacia en encajonado río Monachil. El paisaje es gris claro, morrenas fruto de la degradación de las calizas y las dolomías. Las aulagas enraízan en estos suelos degradados. Dominamos el cañón de los Cahorros desde lo alto, como si fuésemos chovas piquirrojas sobrevolando el entorno.

Llegamos hasta la pista de baja por el Barranco de las Revueltillas hacia Las Azuelas. Pero nosotros la ignoramos y seguimos al frente, hacia las Chorreras. A nuestra derecha el río, a la izquierda una hilera de chopos que marcan el transcurrir de una caudalosa acequia y dejan caer, pausadamente, pelusas de algodón.

Tras pasar por una cancela destinada a contener al ganado, vamos descendiendo hasta llegar al puente de la Chorreras. Atravesamos el río y, ahora, lo enfilamos en sentido contrario, en el del transcurrir de sus agua. Llegamos así a las Azuelas donde nos detenemos a reponer fuerzas bajo un delicioso sol primaveral.

Nos adentraremos en el cañón de Los Cahorros. Disfrutaremos de los espectaculares tajos verticales, los angostos pasos de piedra, la riqueza ecológica del entorno, de la Cueva de las Palomas y del caudaloso río. Caminamos sobre una acequia que discurre junto al río.

En este tramo de la ruta hay momentos en los cuales el trayecto se vuelve entre divertido y complicado; de vez en cuando hay unas anillas en las paredes donde nos sujetaremos para hacer frente a lo estrecho del sendero. Tendremos que ir a gatas o arrastrar el trasero.

Con el corazón sobresaltado por tal belleza llegamos al emblema de esta ruta, el gran puente colgante. Lo atravesamos con respeto, de cuatro en cuatro, disfrutando de las sensaciones que en nosotros despierta.

Seguimos caminando por la vereda de los Cahorros Bajos, desviándonos a la izquierda para cruzar el Monachil. Comienza aquí el Camino del Río.

Mimbreras, sauces, tarajes y otros árboles de galería se encargan de verdear el escenario; el trino de los pájaros de ribera y el fluir de las frías aguas del río son la banda sonora, una sinfonía siempre igual, siempre diferente. Llaman nuestra atención los retorcidos troncos de las higueras y la abundante cola de caballo que adorna las lindes del río.

Un poco más adelante llegamos a la Central Hidroeléctrica de "Tranvías". Fue inaugurada en 1907 y suministraba electricidad al tranvía de la Sierra. Posteriormente fue adquirida por el Ayuntamiento de Monachil y, tras su restauración, puesta a funcionar en 1991.

Pasamos por la derruida Central Hidroeléctrica de "La Trola". Estuvo funcionando hasta la década de los 60 en la que un movimiento de tierras provocó su cierre. Hoy día es una ruina que la naturaleza va mimetizando con el entorno.

Y así, sin darnos cuenta del calor propio del medio día, llegamos al pueblo para poner el punto y final a esta preciosa ruta.

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