viernes, 2 de diciembre de 2016

¡Qué bueno es comer!


En el IES Hispanidad hemos trabajado hoy la charla-taller "Somos lo que Comemos". Los destinatarios chicos y chicas de 1º y 2º de la ESO. En la imagen puede apreciarse un parecido razonable entre el buitre y el comunicador.

Si somos lo que comemos, muchos tendrían la piel crujiente y ondulada como las patatas fritas, los cabellos se les enrollarían en el peine como espaguetis al dente y las mejillas inflarían el contorno del rostro como panes de hamburguesa. Olerían a frito y chucherías. Buscar en el retrato el aroma de la fruta o la tersura de la verdura sería en vano.

Los hábitos de alimentación de nuestros hijos e hijas son, en demasiadas ocasiones, nefastos. Todos estamos mas determinados por la publicidad y los condicionantes sociales de nuestro entorno que por los lógicos y biológicos requerimientos de la salud. Y los adolescentes, donde la autoestima va y viene, están más expuestos a sucumbir a este bombardeo. Si el espejo nos juega una mala pasada podemos caer en la dictadura de la bulimia y de la anorexia; si rompemos el equilibrio y el sedentarismo nos ata al sillón con perezas y obsesiones tecnológicas bien trenzadas, la obesidad se convierte en una mala inversión.

Los padres y madres perdemos el norte; nos olvidamos que educar a nuestros hijos e hijas hacia pautas de alimentación sana está escrito en el guión de nuestras tareas. No es una labor más de las escuelas. Desgraciadamente el gusto de los más pequeños es muy goloso hacia alimentos ricos en azucares y grasas (si están bien mezclados con saborizantes, colorantes y aromatizantes, mucho mejor) y hace falta valentía para conocer y acostumbrarse a nuevos sabores. Las frutas y las verduras las rechazan como al  veneno (tal vez aprendieron de Blancanieves el cuento de no morder manzanas por apetitosas que parezcan). Y el pescado es un mal invento: no sabe bien y esta lleno de incomodas espinas.

Por todo ello, desde hace unos años incluimos en nuestro programa de charlas-taller un recurso que bajo la denominación “Somos lo que comemos”, pretende acercar a los jóvenes las pautas de la alimentación mediterránea de un modo divertido y participativo.
 
Usamos las tapas, como el guión de una receta que nos dirige entre pucheros. Las tapas representan uno de los modos de preparación de los alimentos más característico de nuestra cocina y son un símbolo cotidiano de la comida como elemento de relación social que estimula, no solo el apetito, sino también la charla y el intercambio de vivencias. En ellas encontramos  una alternativa al “fast food” de dudoso valor alimenticio y son una estupenda muestra de la riqueza de la cocina mediterránea, patrimonio inmaterial de la Humanidad.


Tras la charla, los participantes se elaboran su propia tapa; pero en esta ocasión, pienso primero y como después.

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