miércoles, 10 de febrero de 2010

La Princesa de la Habitación 303

Aunque parezca mentira, nosotros, "los jefes", también tenemos un alma creativa. Sale pocas veces, pero cuando lo hace siempre tenemos a mano un lápiz y un papel. A continuación un pequeño relato corto que quiso convertirse en animación.

LA PRINCESA DE LA HABITACIÓN 303

La joven princesa Irina buscaba entre aquellas piedras transparentes la confirmación de la leyenda. Contaba, que la menor de las hijas del rey, encontraría en una de las cuevas del Bosque de las Rocas de Cristal, la rosa de la eternidad, aquella que su aroma proporcionaba a quien la oliera el don de la inmortalidad.

La Cueva del Diamante, aquella que por su lejanía al castillo había sido la última en explorar por la princesa, albergaba la esperanza de la joven. En lo más recóndito de la cueva, donde la luz se transformaba en dulces colores por su paso por el prisma de las rocas, un pequeño hueco en la pared servía de morada a la tan preciada flor, una rosa de cristal.

La princesa se acercaba lentamente al tan anhelado destino. Las manos del viento jugueteaban con su larga melena rubia. Su corazón latía fuertemente, hasta podía oír su eco en aquella resplandeciente cueva. Una vez se hubo situada a una corta distancia levantó el brazo derecho y lo dirigió hacia la flor, la cogió y se la acercó a su nariz para inhalar tan mágico aroma.

Cuando hubo olido la rosa se quedó observándola, al cabo de unos segundos la enigmática flor iba cambiando su fisionomía, empezaba a parecerse a una mano. Incluso el eco del latir de su corazón empezaba a parecerse a un débil pitido. Las rocas de cristal de la cueva se transformaron en blancas paredes y tan delicado ropaje se convertía, poco a poco, en verdes sábanas. Las brillantes pulseras que había heredado de su madre, la reina, se convirtieron en cables pinchados a sus delgados y pálidos brazos. Su largo pelo había desaparecido y escuchaba el susurro de una voz femenina que decía: “la eternidad es no tener miedo a morir”.

Yacía en una cama de la habitación 303 de la sala de oncología, atada a una máquina que reproducía el eco de su corazón y con la mano agarrada a su madre que no paraba de susurrarle al oído: “la eternidad es no tener miedo a morir, la eternidad es no tener miedo a morir, … “.

2 comentarios:

Cesar dijo...

Oscar, eres todo un artista; ¿quien te ha dicho que no se pueda convertir en un magnifico corto ahora que eres toso un licenciado en la materia?

Tere dijo...

Que bonito jefe!!!...eres un genio..te has ganao otra "flautilla" de jamón y queso en la proxima reunión!